A los quince años, Belén Soto quedó deslumbrada por un hombre que la doblaba en edad y que trabajaba en el rubro televisivo. Rápidamente comenzaron una relación amorosa que debía mantenerse en secreto y ceñirse a un montón de normas. Entre ellas: «desde ahora no puedes compartir con ningún grupo de amigos en el que haya hombres», «no puedes usar ropa provocativa», «no puedes aceptar ofertas de trabajo sin que pasen por mí», «no puedes hablar de esta relación con absolutamente nadie». Fue un tiempo macabro. Belén estaba «enamorada» y, a la vez, deprimida. Siendo apenas una adolescente, comenzó a sentir inseguridad por su cuerpo, engordó, hizo dietas inhumanas, se sometió a una cirugía, perdió amistades y su amor propio, «entre muchas» otras cosas.